Entrevistas

Entrevista a Violaine Bérot “Quiero perturbar al lector desde el principio”

Por Gabi Martínez 15/10/2025

En el universo de los embarazos humanos existe una situación tan impensable que se antoja antinatural: de pronto, una mujer pare a una criatura que ignoraba llevar en su vientre. En cuestión de minutos, alguien descubre que acaba de ser madre, que ha sido recipiente de un bebé clandestino. En medicina, esto se denomina embarazo críptico. Y su indiscutible realidad ha inspirado a Violaine Bérot (Bagnères-de-Bigorre, 1967) una asombrosa novela refinadamente titulada Caída de las nubes

“Escribo libros cuando no encuentro respuestas a mis propias preguntas -dice Bérot, considerada una de las perlas más escondidas de la literatura francesa-. Me parecía increíble que una mujer pudiera no sentir en su cuerpo que estaba embarazada, y llegar incluso a dar a luz sin comprender que está dando a luz. En mi familia hay una prima de mi padre a quien le ocurrió algo parecido: cuidaba de sus ovejas y una tarde volvió a casa con un bebé en brazos, sin poder explicar de dónde había salido ese bebé. Su trabajo consistía en ocuparse de un rebaño, y por tanto en seguir las gestaciones y los nacimientos, pero no supo ver en sí misma lo que sabía observar en sus animales...”.

De todas formas, Bérot no consideró la posibilidad de amortizar narrativamente esa historia familiar hasta que un día, “por casualidad”, vio la docuficción L’affaire Courjault. Está basada en el caso de Veronique Courjault, la madre que fue capaz de ocultar dos embarazos a su esposo, uno de gemelos, parir sola en el baño y matar a los tres recién nacidos. “Una escena en particular me impactó -señala Bérot-: cuando el juez pregunta a la madre por qué mató a sus bebés, ella responde: Pero no eran bebés, no eran bebés. Quise comprender a esa mujer”.

Más allá de la truculencia, el caso Courjault detonó en Bérot una avalancha de cuestiones sobre cómo podía reaccionar una mujer, consciente o inconscientemente, al hecho de incubar un feto no deseado. Recordó a su prima. Y aquí estamos.

El cuerpo sabe cosas que la razón ignora. Tu novela ilustra esta idea de un modo radical. Cada vez se habla más de la desconexión que mucha gente tiene de sus cuerpos. ¿Hasta qué punto crees que es así?
Creo que el caso concreto de la negación del embarazo está relacionado con un problema psicológico, un trauma. Creo que, en general, nuestro cerebro es muy poderoso y puede dar órdenes a nuestro cuerpo sin que intervenga la conciencia.

¿Leíste libros que habían abordado ese tema? 

No quise leer ninguna ficción ni testimonio sobre el tema. En cambio, leí numerosos documentos científicos: memorias de comadronas, tesis de psiquiatras…

Si en Como bestias muestras las nefastas consecuencias de no entender a alguien diferente, en esta novela se impone la red de afectos. La comunidad es de nuevo muy importante. La novela coral refleja ese interés. En ambos libros apuestas claramente por el coro, ¿por qué?
Sucede que en mis dos libros actualmente traducidos al español trabajo el texto de manera coral, pero no es así en el resto de mi obra. En Como bestias y en Caída de las nubes me importaba tener distintos puntos de vista sobre una misma situación porque quería que todo permaneciera abierto, que no hubiera una sola verdad, una única manera de ver. La polifonía permite abrir la mente.

También te interesas singularmente por personas que de algún modo son diferentes, extraordinarias. ¿Por qué te inspira tanto la diferencia?
Me cuesta soportar la uniformidad, las casillas en las que siempre quieren meternos. Me gusta lo que está al margen, lo que es diferente.

Se trata de una novela breve, como acostumbras. ¿Aspiras a la poesía?
Para mí no es una novela breve. Todos mis libros -ha escrito una docena- tienen la misma extensión. Es la longitud que corresponde a la emoción en la que debo mantener al lector. Temo perderlo si escribo más páginas, que me suelte. Escribo borrando, elimino todo lo superfluo. Escribo miles de páginas para quedarme con apenas un centenar.

¿Cómo fue el proceso para llegar a esa estructura final en la que propones dos caminos para leer la historia?
La estructura general del libro es muy particular: se trata de un concentrado de voces que surgen de forma desordenada. El libro estaba completamente escrito cuando decidí ofrecer al lector dos posibilidades de lectura. Quería desestabilizarlo desde el principio, del mismo modo que un nacimiento tras una negación del embarazo desestabiliza a todos los que rodean a la madre.

¿Qué te dicen quienes han leído el libro del modo clásico, pasando página tras página, y quienes lo han hecho siguiendo la numeración?
Siempre quiero que la forma provoque la emoción. Aquí quiero perturbar al lector desde el comienzo, alterar su modo habitual de leer. La mejor recompensa de esta propuesta de doble lectura es cuando los lectores me dicen que quieren releer el libro en el otro orden para ver qué pasa.

La novela desprende algo innovador. ¿Crees que ciertas novelas que ponen a la naturaleza en el centro están proponiendo una cierta vanguardia?
Lo vanguardista no es el tema, sino la manera de tratarlo.

Escribiste Caída de las nubes antes que Como bestias. ¿Por qué aparece después en España?
Eso no depende de mí. Mi editorial española, Las afueras, me descubrió gracias a Como bestias, y quiso empezar publicando ese libro. Pensando juntos en el siguiente título que podríamos ofrecer en España, elegimos Caída de las nubes. El orden real de escritura no tiene importancia. Y la noción de novedad no cuenta para mí. Todos mis libros son importantes.

Aunque las separen varios años, se diría que ambas novelas forman parte de una misma idea literaria.
Las dos novelas son cercanas en la forma (voces orales, polifonía) y se inscriben en una misma reflexión: cómo podemos convivir, cómo podemos hacer sociedad unos con otros.

¿Qué literatura relacionada con lo rural o los seres no humanos te interesa más actualmente?
No leo de ese modo, no busco libros sobre el mundo rural o los no humanos. Lo que me interesa es la escritura. Puedo leer sobre cualquier tema siempre que el trabajo con el lenguaje sea original. Actualmente me cuesta mucho leer según qué, con la abundancia de esta literatura basada en la ecología, el retorno a la tierra, que a menudo está escrita por personas que viven en la ciudad e idealizan completamente la naturaleza, lo salvaje. Me resulta difícil leer esos libros, yo que vivo en la montaña, en condiciones muy rústicas, desde hace treinta años...

¿Cómo suele ser una jornada tuya?
Muy variable; paso la vida viajando por mis libros, así que cambia todo el tiempo. Pero en cuanto tengo unas horas libres (en el tren, en un hotel), intento escribir. Mi ritmo solo se calma cuando estoy en una residencia de escritura. En ese caso, mis días se estructuran siempre de la misma manera: escribir desde que me levanto hasta no poder más, luego salir a caminar dos o tres horas, y después leer hasta la noche...

¿Cómo y dónde fue escrita cada una de estas novelas?
Principalmente en residencias de escritura, es decir, en lugares donde me acogen y financian para escribir.

Tus traductores al español son madre e hijo. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos?
Mi traductor al español es Pablo Martín Sánchez, a quien conozco desde mucho antes de que se convirtiera en mi traductor. Tengo una confianza total en su trabajo. Sabía que durante la pandemia había propuesto a su madre traducir con él Caída de las nubes (sin saber todavía si el libro se publicaría algún día en castellano). Me parece muy hermoso que un libro sobre una maternidad difícil haya sido traducido por una madre y su hijo, y sabía que el profesionalismo de Pablo garantizaría que ese trabajo a cuatro manos estuviera al mismo nivel que sus traducciones en solitario.