Entrevista a Theodore Kaczynski, Unabomber
“El problema no es el capitalismo, es la tecnología. Y la alternativa se llama naturaleza”.
Por Gabi Martínez 3/12/2025
Hay libros, pocos, poquísimos, que cambian decisivamente tu modo de relacionarte con algo tan real como por ejemplo la carne de pollo. Libros que afectan a tu yo consumidor. Me ocurrió tras leer Comer animales de Jonathan Safran Foer. Esa lectura ha condicionado mi forma de comer y de pensar, sobre todo, en las granjas avícolas.
Llevaba 16 años sin encajar una lectura tan perturbadora e influyente en mi día a día cuando, hace una semana, abordé Desde un bosque lejano, compilación de artículos firmados por Theodore Kaczynski, el anarquista estadounidense que, entre 1978 y 1996 cometió una serie de atentados matando a tres personas e hiriendo a 23. Como por entonces nadie sabía quién era, lo llamaron Unabomber. El terrorista de las cartas bomba que puso en jaque al FBI y la CIA -ofrecieron un millón de dólares por su cabeza- aumentó su inquietante leyenda al lograr que The Washington Post le publicara un texto extenso tras amenazar con enviar un explosivo a un destino no especificado “con la intención de matar” si el periódico renunciaba a difundirlo.
En ese texto, titulado La sociedad industrial y su futuro, Kaczynski expone cómo la entronización de la tecnología está acabando con la naturaleza del ser humano, con su salud, su libertad, su dignidad. En consecuencia, incita a luchar contra ella de la forma más eficaz posible, concluyendo que, en el contexto actual, el uso de la violencia resulta inexorable.
Kaczynski estaba convencido de que, pese a ser un matemático tan de élite que con apenas 25 años se convirtió en el docente más joven contratado por la universidad de Berkeley, y de sustentar una postura antitecnológica con argumentos imbatibles, los grandes medios de comunicación (claros beneficiarios del orden tecno-industrial) iban a bloquear a cualquiera que, como él, pretendiera filtrar mensajes tan profundamente antisistema. Por eso, escribe, “si no hubiera hecho uso de la violencia, el texto que estás leyendo no se habría publicado (…) Ha sido necesario matar a varias personas”.
Ese texto, este libro, aparece ahora en España, treinta años después que en Estados Unidos. Lo señala el editor, Rubén Hernández, en el estupendo prólogo a la primera edición española. Prólogo escrito con valentía y cautela, mucha cautela. Hernández recuerda que Caravaggio, Ezra Pound, Burroughs o Heidegger actuaron atroz e incluso criminalmente a la vez que ofrecieron lúcidas obras y pensamientos memorables, subrayando que esos son sólo algunos casos en los que la Historia ha sabido separar la idea y la obra de la persona. El editor sabe que juega con el fuego terrorista en un país que se eriza especialmente cuando escucha la palabra. La tensión de su escritura también proviene de los mencionados treinta años de silencio. Así que la pregunta era obligada. ¿Por qué aún no se había editado a Kaczynski aquí? “Es obvio que desde hace bastante tiempo vivimos en una cultura de la cancelación”, respondió Hernández.
-¿Y usted qué dice, señor Unabomber?
-Ted, por favor. Ese nombre es mercadotecnia del FBI.
-Señor Ted.
-Ted, Ted.
-De acuerdo, Ted. Muchas gracias, por cierto, por concedernos esta entrevista póstuma.
-Hay que celebrar que al fin me van a leer en su país. Pensé que no lo harían ni después de muerto.
-¿Cree que en España le habían cancelado?
-Usted escribe sobre LiterNatura, ¿no?
-Sí, pero…
-El modelo que yo propongo como alternativa a la tecnología es la naturaleza. La naturaleza salvaje. Incluyo a la humana. La naturaleza es el perfecto contra-ideal frente a la tecnología.
-¿Por eso se recluyó en una cabaña de doce metros cuadrados en el bosque durante quince años?
-Hasta que me detuvieron. Usar el cuerpo ayuda a autorrealizarse. Hoy, millones de personas se han despegado de su cuerpo. El hombre primitivo vivía empleando su energía en asuntos que le servían para algo práctico, y llegaba al final del día, de la vida, sintiendo que su trabajo estaba hecho, y que estaba preparado para aceptar la vejez y la muerte. Pero a muchas personas de hoy les perturba la perspectiva del deterioro, el envejecimiento y la muerte, como demuestran los incalculables esfuerzos que dedican a tratar de mantener su condición física, su aspecto juvenil y su belleza. Creo que esa angustia deriva de que a lo largo de la vida nunca han puesto su capacidad física al servicio de ningún uso práctico, y por lo tanto no han pasado por un proceso de autorrealización que implique usar sus cuerpos en serio.
-Le han acusado de retrógrado, de ir contra el progreso.
-¿Qué progreso? En una sociedad capitalista industrial, cualquiera puede cubrir las necesidades básicas con insignificante esfuerzo si tiene una inteligencia mínima y obediencia. Hay razones para creer que el hombre primitivo sufría menos estrés y menos frustración. ¿Considera progreso vivir cada vez más angustiado?
-No negará que muchos avances científicos han mejorado la vida de millones de personas.
-¿Seguro? El mundo natural procuraba un marco estable. Ahora, la sociedad humana domina a la naturaleza y no al revés. Esto supone que ya no disponemos de un marco estable. Es decir, estamos desequilibrados. Con tecnología por todas partes, y desequilibrados por completo. Mire el actual consumo de antidepresivos y fármacos contra la ansiedad y temblará. Y la base del problema no es el capitalismo, es la tecnología, que ha cambiado los ritmos, las prioridades, los deseos... aumentando los temores y la angustia.
-Si el panorama es tan preocupante y su libro lo denuncia, ¿por qué cree que no se había publicado hasta ahora en España?
-Por una parte, me han clasificado como terrorista, y en su país, como en otros muchos, esa etiqueta basta para enterrarte. Y por otra, a los izquierdistas les digo cosas que no quieren oír, suelen enfurecerse al leerme. Si consideramos que los intelectuales de izquierdas son casi la única oportunidad que podría tener un terrorista para visibilizar y quizás justificar públicamente su lucha, pues ahí tiene la respuesta.
-Lo han cancelado.
-Lo ha dicho usted.
-Y su editor. Usted afirma que el izquierdismo le interesa sobre todo como tipo psicológico, y perfila a los izquierdistas como personas con un gran sentimiento inferioridad y una sobresocialización que les hace estar más pendientes de lo que opina su colectivo de referencia que de lo que conviene a la sociedad en general.
-El izquierdismo tenía y tiene un gran problema, como demuestra que muchos de sus integrantes son personas con tendencias depresivas, culpabilidad, odio contra uno mismo, impotencia ante la imposibilidad de cambiar nada… entre otras cosas, porque viven en una contradicción constante. Fíjese que el izquierdista puede criticar con firmeza a empresas y a países occidentales que abusan o cometen barbaridades contra otras personas, pero cuando se encuentra con las mismas lacras en países socialistas o culturas primitivas, siempre encuentra excusas para justificarlo. No tolera ninguna clasificación que discrimine cosas como superiores o exitosas y otras como inferiores o fallidas. Creo honestamente que el izquierdismo rechaza a Occidente porque Occidente es fuerte.
-¿Y quién va a hacerla? A los izquierdistas ya los ha descartado.
-Bueno, el izquierdista no suele ser matón, fanfarrón… por suerte, no ha perdido por completo la fe en sí mismo. Pero, insisto, siempre quiere tener razón, y quiere imponerla. Proclama una justicia que después no aplica. Lo contrario a sus creencias lo asimila a pecado. Aparte de que ni siquiera muchos ecologistas radicales y anarquistas verdes que hablan de revolución ha demostrado entender cómo se gestan las auténticas revoluciones, ni que el objetivo exclusivo es la tecnología. Por eso, la revolución izquierdista no sería la que el planeta necesita. No irá contra la tecnología moderna, porque necesita reforzarse en el grupo y la tecnología es una fuente de poder colectivo demasiado valiosa.
-Ustedes los anarquistas también buscan el poder.
-Sí, pero desde una perspectiva individual o a través de pequeños grupos. Gracias a un grupo pequeño bien organizado fue posible la revolución rusa.
-¿Y los conservadores?
-Los conservadores son imbéciles. Se quejan de la pérdida de valores tradicionales mientras apoyan con entusiasmo el progreso tecnológico y económico. Son más coherentes, eso sí. La interferencia del gobierno en nuestras vidas ha sido sustituida por la interferencia de las grandes corporaciones, más hábiles y elásticas. Un ejemplo: algunas empresas vierten químicos en el agua que provocan cáncer, alguien lo descubre y lo difunde, pero los empresarios conservadores saben explotar el resentimiento dirigiéndolo contra el gobierno, sea cual sea, y ellos quedan exculpados. Este modelo se repite en cualquier parte, porque otro gran triunfo de la tecnología es haber impuesto formas de vida clónicas en todo el planeta.
-Replicar humanos hasta tendría sentido, en un mundo así.
-La ingeniería genética se utilizará de forma masiva. Ya se está haciendo, pero esto es solo el principio. La Inteligencia Artificial va a acelerar la transformación de los seres humanos en algo… distinto. Vamos hacia la casi segura pérdida de nuestra humanidad, de nuestra naturaleza, y de los instintos sociales asociados.
-En sus textos habla de un cambio en la moralidad.
-El anhelo de libertad, el apego a la naturaleza, la importancia social del coraje, el honor, la honradez, la amistad, el amor… son cualidades que históricamente se han valorado, que evolucionaron y demostraron ser útiles en las circunstancias que vivió la gente. Hoy, el llamado progreso está transformando dichas circunstancias hasta tal punto que estas cualidades, antes ventajosas, se están quedando obsoletas e inútiles. Por lo tanto, desaparecerán o se convertirán en algo distinto y ajeno para nosotros. Esto ya es evidente entre la clase media estadounidense, el concepto de honor prácticamente ha desaparecido, el coraje se valora poco, la amistad casi siempre carece de profundidad, la honradez está en decadencia como valor social y la libertad parece identificarse, en opinión de algunos, con la libre decisión de obedecer a las normas.
-Tal como lo describe, se antoja irreversible.
-Hoy, el sistema está inmerso en luchar contra problemas relacionados con el comportamiento humano. Si resuelve esos problemas, obtendrá el control total. El resultado de esa lucha lo sabremos entre 2030 y 2090.
-Algo habrá cambiado las últimas tres décadas.
-A peor, porque todo esto de los empoderamientos, les ha llevado a desviar definitivamente el foco de lo que de verdad está minando al planeta: la tecnología. Es un error desgastarse defendiendo derechos feministas, cargando contra el racismo, la xenofobia, la homofobia… la justicia social no debe interferir en el derribo del sistema tecnológico. Esas luchas no cambian nada sustancial. De hecho, le van bien al sistema porque le permiten mostrar su magnanimidad. Esas protestas le permiten demostrar que es moderno y consciente de las preocupaciones sociales así que modifica mínimamente algo, suficiente para calmar un poco a los presuntos rebeldes, y el sistema continúa igual. No necesitamos reformas, necesitamos una revolución.
-Ante semejante encrucijada, llama a creer en la naturaleza con una devoción religiosa.
-El amor y la reverencia a la naturaleza es lo contrario a la civilización tecnológica. Y es una forma de abandonar la apatía cada vez más extendida, fruto de la resignación. Por eso falta fe en una revolución. Pero fíjese, hay novedades: Rosalía acaba de presentar un álbum, o como se diga ahora, unas cuantas canciones apelando a la religiosidad y proclamando que ha compuesto todo sin apoyarse en la Inteligencia Artificial. Rosalía es un producto, sí, pero también denota una tendencia: si alguien en la cresta hace eso es porque algo se está moviendo. A ver.
-Los científicos son de los más conscientes de lo que pueden desencadenar sus hallazgos, podrían frenar investigaciones que abocan a abismos.
-Jamás. Basta mirar la Historia. Al contrario, su deseo es ir en busca de máquinas con una inteligencia superior a la humana. Parece antinatural crear algo que podría eliminar a tu especie, pero a ellos les ayuda a autorrealizarse, así que no hay nada que hacer.
-Habrá quien diga que están más locos que usted.
-El concepto de salud mental se define en gran medida por la capacidad de un individuo para comportarse de acuerdo con las necesidades del sistema sin mostrar signos de estrés o ansiedad. De modo que a ellos más bien se les considerará genios. Aunque nos hagan perder la humanidad.
-Usted se sitúa en el otro extremo: propone regresar a la humanidad básica.
-En general, los humanos ya no tienen el físico ni el espíritu preparado para sobrevivir a la intemperie. Pero hay que ser salvaje para sobrevivir. Lo salvaje se cuida a sí mismo.
-Eso es muy individualista.
-Es autodefensa. Fíjese cómo presiona el sistema para alejarnos cada vez más del patrón natural de comportamiento humano. Máquinas sustituyendo a personas que se sienten lo que son: desplazadas. Por eso hay cada vez más sedicioso, más rebeldes, más individuos incapaces de aceptar normas que los alejan de sus instintos básicos. Ahora falta que se hagan salvajes. Lo que yo propongo es que cada uno luche por su humanidad para proteger la humanidad de su grupo.
-¿Y cómo se lucha?
-Cada individuo debe crear o inventar sus oportunidades. Se debe transmitir la sensación de que se están haciendo cosas para forzar una revolución. Construir un movimiento eficaz. Quien lo consiga, no se preocupará demasiado de la opinión pública. Esas personas deberían tener muchos hijos. Hay que transmitir optimismo, mantener la integridad y mostrar valentía. Ser diplomático cuando convenga.
-Suena a El arte de la guerra de Sun Tzu.
-Es una guerra.
-Por eso defiende matar.
-La amenaza que supone la tecnología moderna para nuestra especie, y para las demás, no tiene precedentes. Nuestra situación actual es una de ésas en las que tenemos que decidir si cometemos ciertas injusticias y crueldades para evitar otras injusticias y crueldades mayores. Hay momentos en los que se deben tomar medidas extremas. Para salvar la naturaleza salvaje no bastará enfrentarse a la industria maderera. Hay que golpear los órganos sensibles y vitales del sistema, y de una forma inapelable. Hay que sopesar el peso de la lucha y de la muerte frente al de la pérdida de la libertad y de la dignidad. El rechazo más radical de la moralidad convencional no implica el abandono de la decencia humana, ¿no cree? ¿Cómo ha recibido usted el libro? ¿Qué ha sentido al leerlo?
-Me sentía entre acompañado y abatido. Sentí posibilidad y desesperanza. Pasé unos días casi mudo, hablando muy poco.
-Quizá porque detectó grandes dosis de verdad. Otro principio clave es no tergiversar la verdad ni hacer nada que pueda destruir la respetabilidad del movimiento.
-Yo no soy del movimiento, pero entrevistarle a usted no es lo mejor para mi respetabilidad a ojos de otros.
-No estoy de acuerdo.
-Cuando le publicaron el manifiesto en The Washington Post…
-De no haber matado, eso no se habría publicado nunca y hoy no estaría usted aquí.
-Cuando se lo publicaron, los críticos arguyeron falta de originalidad.
-Ya. Fue curioso que los intelectuales obviaran el hueso de lo que decía y prestaran atención a lo insignificante: la falta de originalidad o los supuestos defectos de estilo. En fin. Parece que la mayoría de nuestros intelectuales prefiere esconder la cabeza y eludir este terrible dilema porque, al fin y al cabo, seguramente no son muy valientes y, por lo demás, les resulta sin duda más cómodo dedicar su tiempo a perfeccionar soluciones para los problemas sociales que venimos heredando del siglo XIX que abordar los que podrían acabar con la civilización del siglo XXI. En el mejor de los casos, discuten algunos aspectos particulares derivados del uso de la tecnología, como el calentamiento global o la proliferación de armas nucleares. El problema en su conjunto simplemente se ignora. Hay que repetirlo: el problema es la tecnología, la tecnología, la tecnología.
-¿Y si se consiguiera tumbar el sistema industrial tecnológico?
-Cualquier sociedad posterior a ese sistema seguro que viviría cerca de la naturaleza.
-¿Sabe que, mientras se apoye en la violencia, esto que está diciendo puede predisponer a mucha gente a distanciarse aún más de todo lo que suene a naturaleza salvaje?
-Solo digo lo que hay. La tecnología nos está devorando. ¿Quiere plantar cara o no?
Gabi Martínez
