TRAJISTE CONTIGO EL VIENTO
Natalia García Freire


Editorial La Navaja Suiza
Ecuador, 2023, 132 páginas

Portada de libro con título en español, imagen de una mujer acostada sobre la hierba rodeada de animales y plantas coloridas, con un fondo del espacio con estrellas.

Después de su deslumbrante debut con Nuestra piel muerta, Natalia García Freire (Cuenca, Ecuador, 1991) vuelve a colocarse en la vanguardia de la nueva narrativa latinoamericana con un libro breve, sí, pero que desborda intensidad, atmósfera y una poética feroz: Trajiste contigo el viento.

Si el título evoca movimiento, presencia invisible, intromisión o despedida, no es gratuito. La novela se despliega como un soplo que desgarra, una ráfaga que remueve lo íntimo y lo histórico, una corriente que arrastra a la protagonista —una joven encerrada en la locura de un mundo sin nombre— a enfrentar las ruinas del deseo, la memoria y el poder. Aquí no hay espacio para la tranquilidad: la escritura de García Freire avanza con la precisión de un bisturí que incide sobre la carne del lenguaje y de los vínculos familiares.

Podríamos hablar de liternatura, también. Porque aunque el bosque, el río, los perros, los insectos y la materia vegetal no se impongan como decorado, están ahí: palpitando, latiendo, interfiriendo en los cuerpos. La naturaleza en García Freire es al mismo tiempo consuelo y amenaza. Brota con una sensualidad salvaje, hecha de fluidos, olores, polen, tierra húmeda y savia oscura. Hay lirios y hay sangre. Hay humedad y podredumbre. Y sobre todo hay palabras que se pudren y germinan en la misma frase.  Así, Natalia se lanza a narrar desde el desequilibrio. Aquí la cordura es una frontera difusa, y la lengua —esa lengua que parece escrita con el aliento contenido— tambalea y se expande como si cada párrafo fuera un organismo vivo que se retuerce buscando oxígeno.

La protagonista, hija de una familia anclada en secretos y en el abuso del poder, vive entre los restos de un mundo clausurado. Su voz nos llega en forma de carta, de súplica o de delirio. García Freire construye así un espacio de resistencia íntima que tiene mucho de rito y algo de exorcismo. Y lo hace sin miedo a la belleza, pero tampoco al espanto.

A lo largo del libro, el cuerpo femenino es territorio y trinchera. Es en ese cuerpo donde se libran las batallas: el cuerpo que siente, sangra, desea, enloquece y guarda. Porque Trajiste contigo el viento también es una historia sobre el encierro —el del manicomio, el del hogar, el del lenguaje mismo— y sobre la forma de romper sus muros a través de una escritura que se atreve a ser orgánica, barroca, vital.

García Freire no necesita grandilocuencias para escribir literatura política. En su universo, lo político está en la forma en que se narra el silencio, en la fractura de la sintaxis, en el temblor del verbo. Y al hacerlo, transforma la experiencia íntima en una denuncia estructural, una que atraviesa generaciones, clases y géneros.

Hay libros que se leen, y libros que se respiran. Este pertenece a los segundos. Uno sale de él con el pecho un poco más apretado, como si acabara de pasar una tormenta, o como si todavía —mucho después— siguiera oyendo ese viento del título, golpeando en la nuca.