Humus
Gaspard Koenig

Seix Barral
España, 2025, 392 páginas

La nueva ola de desparpajo narrativo francés está propiciando libros chisposamente rompedores que a menudo enfocan a naturalezas muy poco explicadas, como por ejemplo las lombrices. Ellas coprotagonizan el Humus de Gaspard Koenig, junto a Arthur y Kevin, dos amigos fascinados por el poder fertilizador de estos invertebrados, a los que están dispuestos a entregar sus vidas. 

Arthur es un hijo de burgueses atraído por todo tipo de actividad subterránea, empezando por las lombrices; y Kevin es un asombroso portento intelectual que entiende de maravilla las dinámicas de los gusanos, lo demás le resbala bastante. La política, la pobreza, el amor y la mayoría de Grandes Temas no le perturban gran cosa. Mientras tenga un canuto, una birra y tiempo para sus fantasías, ya está. Responde sobre la marcha, planifica poco. Cuando ingresa en una universidad de élite, Philippine, una compañera de estudios de cuna rica, detecta el genio del chaval y lo arrastra hacia el lado más capitalista de la lombriz, convirtiéndole en el ultimísimo gurú de lo Verde. Un gurú involuntario, bastante marioneta de la ávida empresaria, pero gurú. 

El caso es que la producción masiva de compost en cadenas industriales atestadas de lombrices, facilitarán materia orgánica idónea para resucitar tierras yermas. Y el joven genio sabe cómo hacerlo. “Si no creces, te encoges” es el lema asumido por Kevin, que se adentra -o es adentrado- en el universo de los fondos de inversión, las empresas y los multimillonarios con presuntos ecopropósitos. 

Pese a detectar pronto la hipocresía de esta élite que curiosamente pretende no serlo, Kevin se deja conducir por la enérgica Philippine. Ella sabe conseguir el dinero que permitirá expandir la lombrizfilia, ¿no? Pues vale. 

Mientras, Arthur no quiere jugar al juego de los de arriba, y no le va tan bien. Partiendo de la evidencia de que el 75 por ciento de la superficie terrestre está degradada, Arthur intenta rescatar parte de esos baldíos a fuerza de reinsertar lombrices gracias a la técnica aprendida con Kevin, y no quiere saber nada de quienes han provocado semejante esterilidad. No soporta la relación de escaparate que esta sociedad nuestra mantiene con la comida, como si los humanos creyéramos haber vencido al hambre. Por eso denuncia al capitalismo fantasma que está erradicando a las lombrices, lo que equivale a decir el suelo bajo nuestros pies. 

Las diferencias entre los dos amigos se exponen mediante situaciones paradójicamente divertidas, pero también con diálogos lapidarios: “El planeta está acabado -dice Arthur- No quedan tierras (…)”. “Nunca se ha alimentado a tanta gente en este planeta”, responde Kevin. “¿A qué precio? Contaminación, deforestación, agricultura intensiva: el suelo está acabado. Cuanto menos produce, más lo dopamos. Es un círculo vicioso. Estamos comprando un poco de tiempo para seguir con más de lo mismo -dijo señalando las mesas de al lado-, la burrata della Puglia y las gambas de la Patagonia”. 

La contundencia de ciertas sentencias se reciben acolchadas por el sarcasmo que empapa la novela, en la que los pronósticos apocalípticos y la crítica feroz a la decadencia de costumbres y la pérdida de valores colectivo son contrarrestadas por miradas de apariencia científica mucho menos derrotistas e incluso capaces de ridiculizar la acción de los veintañeros activistas de Extinction Rebellion, defensores de soluciones “bárbaras” que derivarían, según los opinadores, en un neotrogloditismo

Las razones de unos y otros se contrastan y a menudo desmenuzan hasta el absurdo, a la vez que se presentan situaciones aparentemente imposibles, por idiotas o inconcebibles… que sin embargo ya se han materializado en este planeta. Y entonces te preguntas hasta qué punto será realista este Humus.

 Está claro que Koenig ha propuesto una sátira en ocasiones tan hiperbólica que llega a la caricatura, por momentos recuerda el tono de No mires arriba, la película sobre cambio climático dirigida por Adam McKay y protagonizada por Leonardo di Caprio, si bien la actualidad está propiciando tesituras tan insensatas por no decir idiotas que es sencillo preguntarse si es que somos así realmente. Koenig desvela cómo nuestras antaño interesantes y enigmáticas contradicciones se aproximan cada vez más a la simple imbecilidad, pero si estás preparado para reírte de ti misma, lo vas a disfrutar, porque se trata de un narrador brillante, fresco, gráfico, divertido hasta el patetismo, y lo bastante bien informado como para deslizar montones de datos, noticias y puntos de vista en boga de un modo que lleva a oscilar de una opinión a otra. Lleva del gruñido a la carcajada. Es decir, a pensar. 

Llama la atención una coincidencia básica con Patio de recreo, la reciente novela de Richard Powers también protagonizada por dos amigos que pretenden buscar fórmulas para lograr un mundo más sano, si bien cada uno opta por vías muy distintas, y mientras uno se forra y triunfa en lo público, el otro sobrevive como puede aspirando a mantener una cierta integridad sin ceder a las típicas tentaciones. 

Como Powers, Koenig se ha fijado en los que están preocupados por rescatar lo que nos queda de suelo para brindar una especie de fábula contemporánea donde el humor y el pensamiento oscuro se mezclan, cómo no, orgánicamente invitándonos a reconectar sonriendo con nada menos que Charles Darwin, cuyo último libro fue a propósito de las lombrices, a las que identificó como puntales de nuestras vidas. 

Gabi Martínez