EN EL VAIVÉN DE LAS OLAS. Sobre los tesoros que podemos encontrar en la orilla del mar
Alex Nogués

Editorial GG

Colección NATURA España, 2025

“No creo en ningún dios. Creo en los pececillos”, concluye Alex Nogués en En el vaivén de las olas, una rareza editorial firmada por este geólogo que ha aparcado los libros infantiles, su ámbito habitual, para ofrecer un delicado mosaico de vivencias, impresiones y ciencia recabado durante décadas al borde y dentro del mar. 

Crecido en el delta del Ebro, con una infancia presidida por la playa y la extensión arenosa del Trabucador, el adolescente Nogués ya se interesó por la naturaleza y, especialmente, las aves. ¿Resultado? “Sufro de algo así como una paracardia. Veo corazones en lugares insospechados”. Piedras, conchas, alas… parece que Nogués identifica corazones sin querer, y esto, que de entrada podría asociarse al típico ecoempalagoso oportunista, se revela un talento entrañable, la consecuencia natural de una forma de mirar el mundo guiada por la palabra asombro. 

Cual mejillón, Nogués filtra los hechos y los datos que fluyen por nuestro mundo líquido ofreciéndolos con un poético toque pop. Para expresar la influencia de los murícidos de los que se extraía el tinte púrpura o carmesí -lograr un gramo de tinte exigía nada menos que nueve mil murícidos-, Nogués invita a imaginar a Helena de Troya, Cleopatra o Julio César navegando entre velas púrpura, antiguo summum de la riqueza y el poder. También informa que el percebe tiene un pene telescópico diez veces mayor que el tamaño de su cuerpo. Que hay ejemplares de pez remo que miden más de siete metros, y leguminosas con vainas de más de dos, a las que llaman escaleras de mono. O compara cómo las madres de tiburón blanco y pez luna se desentienden de sus crías de manera muy distinta, porque mientras unas proyectan a sus tiburoncitos en parideras de entre dos o quince ejemplares con el cuerpo bien formado para sobrevivir en la inmensidad, las otras despiden a trescientos millones de huevos de los que a saber cuántos saldrán adelante, entre tanta medusa y ballena y consumidor suyo, en general. 

Con sosiego narrativo, Nogués ofrece el gran espectáculo de la vida pivotando desde el delta del Ebro, el punto cero sentimental donde ha cultivado el embeleso, que transmite como solo puede un poeta, siempre al filo del éxtasis, pero capaz de contener, reducir, comprimir, concentrar. Parece lógico que se alinee con “esa minoría tocada por la fortuna” de mantener el asombro fresco compuesta por, entre otras, Rachel Carson, Charles Darwin o Richard Linklater, quien en Boyhood escribió: “¿Qué te hace pensar que los elfos son más mágicos que, por ejemplo, una ballena?”.  

César Manrique es otro miembro del equipo Nogués, quien también dedica capítulos a Lanzarote, el Caribe o Patagonia, confines que enriquecen su mirada ebrenca. “Estar ahí y ser consciente es una suerte irrenunciable”, señala el autor, que insiste en el privilegio, el regalo de vivir, y en la importancia de concederle valor a esta evidencia. Subrayando que el lugar importa. Constatando que preservar los lugares es clave. Como es un romántico empírico, para demostrar ese valor, igual acude a números significativos que a nombres con gancho -Mola mola es la denominación académica del pez luna-; igual describe la proporción áurea de un ser marino que la impresión recibida cuando, desde la ventana de su habitación, contempla el tránsito costero de docenas de cangrejos rojos o al asistir al nacimiento de un pingüino en libertad

Nogués comunica la maravilla escandalosa con el temple de un veterano (1976) henchido de amor dispuesto a retornar a base de palabras el agradecimiento atesorado durante décadas. En el tono está también el encanto, sin eludir lo escabroso, más bien enfocándolo con originalidad, como cuando señala que el molusco Arca noae es un filtrador (como él), pero, debido al pésimo estado de ciertas aguas, filtra sustancias cancerígenas, disruptores hormonales y neurotoxinas. 

“Añoro una espiritualidad heredada”, escribe Nogués, quien, a falta de esa herencia, modela un libro-altar para los pececillos que a veces hasta puede ver mientras pasea orillas divagando muy bien, porque en los límites se divaga mejor. Es ahí, caminando el filo, donde advierte que “cada centímetro que sube el mar otorga fuerza a las tormentas”. El mar es una constante de flujos y reflujos, de acuerdo, si bien Nogués infiere que el cambio climático está acelerando la regresión costera -cualquiera diría que no solo ésa-, rompiendo peligrosamente el equilibrio natural, y si los humanos deseamos recobrar una mínima armonía conviene empezar a contarnos estimulantes historias de pececillos desde ya. 

Elegante, familiar, lírico y emocionante, En el vaivén de las olas es un libro que da ganas de leer nadando, para seguir mostrando las posibilidades todavía no exploradas de este mundo. 


Gabi Martínez